El uso de la Sala del Lago como espacio ritual
En época ibérica la cueva consolida su funcionalidad como lugar sagrado, algo que conocemos esencialmente a partir de un extenso conjunto de cerámicas depositadas en la sala del Lago, que nos informan muy probablemente de la práctica de cultos vinculados al mundo subterráneo y al uso ritual de las aguas hipogénicas. El valor simbólico del agua como fuente originaria de toda forma de vida, símbolo de renacimiento y regeneración, elemento fecundador y terapéutico, nos permiten relacionar muy probablemente las ofrendas de la sala del Lago con la celebración de determinados rituales de paso.
Este espacio, también denominado por Salvador Vilaseca como la Sala P, se ubica en la parte interior de la cueva por donde todavía actualmente transcurre el caudal del río subterráneo. Esta sala fue excavada los meses de febrero a junio de 1959, encontrándola parcialmente encharcada. Debido a esta acumulación hídrica se esperó a que disminuyera el caudal del río, hecho que sucedió en verano y otoño de 1964, posibilitando la continuación de los trabajos arqueológicos.
En esta sala la sedimentación arqueológica se encuentra prácticamente intacta a diferencia de los espacios cercanos a la entrada de la cueva. Esta calidad en el contexto estratigráfico dio como resultado el hallazgo de una amplia secuencia, formada fundamentalmente por fragmentos de vasos cerámicos, cuyas características refieren un amplio período de utilización. La revisión actual de los materiales y de la información recogida por Salvador Vilaseca pone de manifiesto la existencia de materiales adscritos a un dilatado período, desde el Bronce Inicial hasta el período ibero-romano. Sin embargo, en el período en el que se observa la presencia más significativa de materiales es en la fase cronológica de la Primera Edad del Hierro (650-550 aC) y, probablemente también en los momentos iniciales de la época ibérica (550- 450 aC), etapas en las que destaca un elevado número de vasos en cerámica a mano de formato bitroncocónico y de perfil en S. La presencia de todos estos vasos parece indicarnos esencialmente el uso de la Sala del Lago como un espacio ritual en el que se efectuaban ofrendas votivas y se realizaban libaciones con sustancias líquidas y/o semilíquidas (entre ellas, la manipulación de las propias aguas subterráneas podría haber desarrollado un rol destactado).
En cuanto a la época ibero-romana (s. II aC), destaca la presencia de varios vatitos calziformes de formato bicónico que serían utilizados también para la ingesta y/o manipulación de líquidos, así como diversas miniaturizaciones de determinadas piezas relacionadas principalmente con el transporte y el consumo del vino (ánforas y kylix).
En cualquier caso, cabe apuntar que tradicionalmente, se ha propuesto que las cuevas-santuario pudieran actuar como indicadores simbólicos de las áreas de frontera, con el objetivo de reafirmar creencias y prácticas rituales de carácter étnico o regional, y no debemos olvidar que el curso alto del Francolí cumple perfectamente este papel limítrofe entre el área tradicionalmente adscrita a los íberos cosetanos (campo de Tarragona) ya los íberos ilergets (plana de Lleida).